Hasta siempre, Ramiro Pinilla

Hoy ha muerto Ramiro Pinilla, a los 91 años. Lamento su muerte como si fuera la de alguien cercano porque, para mis sentimientos de lector, lo fue y lo es, y lamento profundamente que ya no volvamos a ver publicadas nuevas obras suyas (a excepción de las publicaciones póstumas que, seguramente, encontraremos en las librerías).

¿Quién fue Ramiro Pinilla en el panorama literario español, en el macroclima de las grandilocuencias y las vanidades? Pues fue uno de los escritores más libres y más inteligentes de nuestro país, y lo digo rotundamente. Es ya archisabido, se ha repetido muchas veces como extravagancia, y sin embargo es sensatez: se apartó voluntariamente, valientemente, de los focos de la gloria y la fama, de sus servidumbres, y se consagró a lo que le hacía disfrutar, a lo que le hacía feliz de verdad: imaginar y escribir. Esta decisión le aportó soledad, quietud y libertad, así que nunca lo habíamos nombrado cuando nos referíamos a las circenses trifulcas de la República las Monarquías de las Letras en España (el plural es intencionado). No le mencionábamos porque, sencillamente, no le conocíamos. Así fue. Mientras a menudo estábamos entretenidos, distraídos, con las tontunas de los perezrevertes, celas, umbrales, pradas y otros nunca suficientemente halagados cortesanos, un señor de Bilbao, un modesto funcionario del Ayuntamiento de Getxo, escribía incansable y pacientemente una obra extraordinaria y monumental, fruto del silencio y la sabiduría. En Getxo vivía nuestro Cervantes contemporáneo (y no exagero un ápice), pero esta vez sin mecenas ni visitas a Palacio.

Descubrí sus libros, si no recuerdo mal, hacia 2006, cuando estaba reciente la publicación de Verdes valles, colinas rojas. No tardé mucho en situarlo entre mis escritores favoritos, hasta hoy y para siempre. No tardé en leer otros títulos que, muy generosamente según se dice, rescató y publicó Tusquets (Las ciegas hormigas, o el durísimo, e incluso más que durísimo, Antonio B. el ruso, ciudadano de tercera, por poner un par de ejemplos). No tardé en adquirir el hábito de buscar su apellido en las estanterías de cualquier librería por si, despistado de mí, se hubiera publicado algún título más sin que me hubiese enterado.

Por otro lado, ha sido Ramiro Pinilla el escritor que me ha llevado hasta William Faulkner, de quien he devorado Sartoris y El ruido y la furia (así, en ese orden, tal y como aconsejaba el propio Faulkner). Normalmente, tradicionalmente, en España se llegaba a Faulkner vía Juan Benet, que no es mal camino en absoluto, pero en mi caso ha sido distinto. Era una de las grandes influencias literarias de Ramiro Pinilla, y eso se notaba en su estilo (que buscaba la máxima expresividad con sencillez y economía de medios literarios), en la creación y formación de sus personajes y en la creación, igualmente, de un territorio literario muy particular: en este caso, Getxo. Además, por si faltaban referentes válidos, incluyamos a Henry D. Thoreau, maestro de vida y actitudes.

Hasta siempre, Ramiro. Gracias por todo.


Una respuesta a «Hasta siempre, Ramiro Pinilla»

  • Lucky

    Una auténtica pérdida para todos. Gracias Francis por esta precisa y preciosa reseña de su persona y de su obra. Y gracias por haberme descubierto su mundo. «La higuera» fue el libro que me dejaste para adentrarme en su mundo, en su universo, tan limitando geográficamente pero tan vasto en emociones, personajes, argumentos e historias. Gracias. Un abrazo

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